(Este artículo fue publicado en El Financiero en una fecha aproximada a la que se indica la fecha de creación de este post.)
Hasta hace pocos meses, cuando era producida por Laboratorios Stein, una bolsita de un producto que no es azúcar endulzaba como dos cucharaditas de azúcar.
Ahora, que es fabricada por Merisant de Argentina, no endulza suficiente, puesto que su contenido de un gramo fue rebajado a 0,8 gramos y la proporción de aspartame se disminuyó de 3,7% a 1,37%; o sea, hoy proporciona menos de la mitad de dulzor.
Por supuesto que el precio no bajó a menos de la mitad, como tampoco se ajustaron las indicaciones al dorso del paquete.
Desconozco si lo que se pretende es crear un nuevo mito mercadológico. Sirvan de ejemplo los casos más populares en este sentido: Los dos analgésicos que se disuelven en un vaso con agua, la ampliada boca del tubo de una crema dental que abarrota las cerdas del cepillo de dientes de principio a fin, los dos chicles que salen de la cajetilla, y las consabidas dos o casi tres bolsas de sustituto de azúcar o de no azúcar endulzando una taza de café (los que toman en jarro necesitan más de tres).
Los catadores refinados me recomendarían que abandone el azúcar y sus sustitutos para que aprecie el verdadero sabor de las bebidas; pero, como no puedo evitarlo me hago tres preguntas:
¿Cuánto pesa lo dulce?
¿Cuánto pesa lo amargo?
¿Cuánto pesa la insatisfación de un consumidor?
Respuesta: Exactamente, 0,8 gramos con 1,37% de aspartame.
Es decir, menos de un vigésimo de lo que pesa un colibrí y bastante más de lo que liba en una flor.
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